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Mostrando entradas de abril, 2018

Vi a Nathaniel

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Se obligó a un caminar sereno desde su salida del castillo. Después de saludar impasible a la señora Bradbury, que tomaba el té en los jardines, Lauren el ama de llaves se precipitó hasta la cabaña de los empleados para empacar sus cosas. Mientras abría la puerta, sintió la punzada del horror al seguir viendo en la argolla la llave aparecida, antigua y oxidada. Las imágenes horrendas se agolparon. Nathaniel… estaba ahí, en el cuarto maloliente al que la llevó la llave. No soportó más y vomitó en el umbral, de la impresión que acababa de tener. Igor el viejo jardinero, que terminaba su jornada, se apresuró a asistirla, pues se estaba desvaneciendo. La recostó y le preguntó qué sucedía, acariciando su rostro pálido. Ella quiso levantarse; el tiempo apremiaba. Recobró a medias las fuerzas, pero era suficiente para llevarse sus pertenencias. Igor ofreció a Lauren apoyar su retirada si le contaba todo; además, confesó sentirse intranquilo desde que Nathaniel había sido de

El Libro, antes que el Autor

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El objeto paradójico provenía de un Universo Paralelo; de un mundo tal que sólo tenía algo de particular: era más ordinario en una ínfima razón de 1 a 7 mil millones. Y su búsqueda había concluido. Aquel joven de 23 años se refugiaba bajo la parada de autobús, con mochila al hombro y la ropa húmeda; se cuestionaba las injustas negativas de la vida. Suspiró con una sensación de dureza en el estómago que ya conocía demasiado bien: una mezcla de impotencia, hambre y desesperación. Se preguntaba qué mierda iba a hacer llegando a casa, con esa carga de decepciones y expectativas derrumbadas, con ese sabor amargo de haber dado las gracias por una patada en las pelotas; por una oportunidad que estuvo tan cerca de concretarse y le dio la espalda (¡carajo, tan cerca!). Cuando llegó el transporte y todos abordaban, se percató de que le faltaba dinero; el precio había subido. ¿Qué más daba?, había caminado siempre. No eran nada unas decenas de Kilómetros. La lluvia tampoco se po