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Mostrando entradas de julio, 2018

Contacto oscuro

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Absorto lees tu ejemplar de Las Entidades Acechantes. Se te ha ido el tiempo; no tienes otra opción que detenerte cuando ha oscurecido. Es una noche opacada por latentes tormentas, no hay luna que ilumine. "Vuelve a la cama, cariño", te dice la voz dulcísona. Cuando recuerdas que vives en soledad, enciendes la luz de tu teléfono... te encuentras con ella. Mueves el interruptor y estalla la bombilla. Sigues en penumbra; la puerta no se abre, y ella va tras de ti. Escuchas el murmullo del cuerpo arrastrándose. Vulnerado, usas el Libro como tu escudo, y te aferras más a él cuando las falanges podridas se han cerrado en tu tobillo. Como si cupieras detrás del ejemplar, te encoges con los ojos cerrados, sujetándolo ante ti. Ella jadea profundamente, y su aliento sulfhídrico te sofoca. En tus manos sientes un estremecimiento: es el empastado convulso del libro. Te esfuerzas por no soltarlo. Sientes un empuje que te aprisiona contra la puerta cerrada, y cuando abre

Las amigas que se han ido

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La paciente deambuló inquieta por la sala de esparcimiento, buscando a las dos enfermeras. Así anduvo hasta que el tiempo se le agotó, y tuvo que volver a su habitación. Encerrada y deprimida, jadeó, arrancándose los cabellos, y profirió un grito de soledad. Las enfermeras, Polly y Barbie, habían cumplido su promesa: se fueron cuando la paciente comenzó a progresar. Por: Victor C. Frias ¡Muchas Gracias por Tus Lecturas!

El caballero antiquísimo

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Ya decía yo que me habían tendido una trampa. Me dejó intranquilo la lejanía del castillo, la soledad reinante, el nombre del anfitrión que me dejó esperando hasta la medianoche para abrir la puerta; lo que se contaba sobre él. De no ser por la ráfaga constante que me helaba el esqueleto, me hubiera quedado afuera, para entregar el Libro empaquetado y despedirme incluso sin mi propina. Me hubiera subido al carruaje para recorrer la noche a mi suerte. El caballero solitario me invitó a entrar, con ojos oprimentes que evité a toda costa. Sentí la amenaza creciente en la falta de servidumbre... había cortinas de partículas indudablemente centenarias. No había chimenea que aportara calidez o un suave crepitar para esa quietud sobrecogedora. Sólo estaba yo con él: uno a la defensiva, el otro al acecho. No hacían eco sus pasos. Se contoneaba envuelto en una capa negra, bañada por el haz de luna. En mi aviso de retirada, escuché su negativa, y por primera y última vez, l

Pesadilla

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No saber qué significaba. Eso fue lo que le paralizó cuando despertó sudoroso, como volviendo del mismo inframundo, de forcejear con demonios, y vio a su hermanito sonriente al pie de la cama, sujetándolo por el tobillo con una fuerza descomunal, que le hacía daño. Por: Víctor C. Frias ¡Muchas Gracias por Tus Lecturas!

Sin memoria

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Respondió al llamado de inmediato, y acudió a visitar a Ted; el padecimiento avanzaba en él. Supo que algo andaba mal: encontró una nota sobre el escritorio. "Mi querido Harold, si estás leyendo esto es porque has llegado tarde y te he olvidado. Lo sentí venir en cuanto te llamé; apenas alcancé a escribirte esta despedida. Me ha dominado, ya no recuerdo a nadie. Te ruego que huyas, por lo que más quieras, amigo. Recuerda que dejé de confiar en el mundo y que estoy paranoico. Me aterra pensar en lo que haré si te desconozco. ¡No lo pienses, corre por tu vida!" Se estremeció. Lo que escuchó fue un silencio de acecho, y después... nada. Una pala le golpeó la cabeza. Ted se empeñaría en acabar con el intruso. Por: Victor C. Frias Espero hayas disfrutado de este Relato, aquí te recomiendo más Relatos espeluznantes, para que continúes leyendo breve: El gato rayado La fotografía El caballero antiquisimo He encontrado a Phil ¿Qué hacíamo

La Visión Múltiple

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Decidí el desarrollo de mi investigación gracias a aquel momento crucial, un lustro atrás: Era noche de luna nueva. Mientras dormía, sentí la levedad de mi cuerpo astral. Me desprendí como una escama inmaterial. Floté en el espacio próximo a la cama, con muchos temores al verme dormido. La semejanza con la muerte le daba a esa experiencia un matiz sobrecogedor. Y recordé lo tanto que se menciona que atestiguarse a uno mismo despertando es una posibilidad de No Retorno, de Disociación. Estuve consciente de dos cosas. La primera fue que estaba yo a la espera de algo, como si el desprendimiento hubiera sido voluntario y en el umbral de un evento; algo estaba por suceder.  La segunda fue un Saber extraño, ajeno a mi realidad espacio-temporal. Como si llevara en la memoria un fragmento perdido del conocimiento científico. Tenía el Entendimiento sobre unos corpúsculos omnipresentes que serían capaces de transportarme entre Dimensiones. Dejarme envolver por ellos, similar

La Negación del Fin

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Descalzos en el terreno deleznable, nos tomamos de la mano. Ocultos entre las cortinas de ceniza, ambos miramos al cielo y contemplamos el meteorito, que hacía arder nuestras pieles en la proximidad creciente. Ella leyó mi expresión derrotada, y esbozó una sonrisa despreocupada. El temblor comenzó, y se escucharon todos los mares desplazándose a nuestro encuentro. Tantos sonidos espeluznantes, augurios de extinción. La iba a abrazar para recibir juntos la tempestad fulminante, pero me detuvo con su índice sobre mis labios. "No seas testarudo" dijo, y acercó el rostro para besarme en una brevedad suficiente... dulce y justa. Sus hermosas pestañas me mostraron la verdad, el poder de su presencia, al exhibir el iris de avellana. Lo supe en ese instante decisivo. Ella tomó mi diestra y juntos la dirigimos al cielo. El domo energético se trazó sobre nosotros, y un estallido escapó de las palmas de nuestras manos. Su voluntad me llevó a la ruptu

La segunda prenda

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Entraron a la lujosa habitación. Ella se puso detrás del biombo y le invitó a sentarse. El aroma a vainilla de una vela saturaba el olfato. Él fingía hojear paciente una revista; imaginaba cómo la anfitriona se desvestía y dejaba sus formas al aire, para coronarlas con una ardiente lencería. Vio el vestido rojo descansar fragante encima del separador. Se percató de que era igual de excitante ver la prenda sin el cuerpo. Se escuchó el rumor de los tacones que acentuaron aquellos glúteos durante el baile. Junto a la sensual tela, se posó otra, de color beige. Era, tal vez, más larga. No se la había visto puesta antes de llegar. Él se levantó al sentir el silencio adormecedor. Con morbo, se acercó de puntillas y tomó el vestido, para aspirar la seducción profunda. Y era momento de examinar la segunda prenda, de descubrir su hechizo. Se sentía plástica, tersa, e incluso una fragancia sumamente íntima se percibía en ella. Era idéntica a su humor tan excitante. ¡Mal

El último adiós

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Los seis infantes se alinearon bordeando el lago, con el agua cubriéndoles los pies. Vieron desaparecer al Mago en la superficie, y se agolparon las memorias. Habían compartido el año mas difícil, la transición más abrumadora, y él los había guiado. Las enseñanzas de aquel anciano gentil y generoso se quedarían con ellos por siempre. Los enfermeros, desde los jardines, se alegraron por ellos, por verlos contemplar las aguas calmas, tomados de las manos. Sin embargo, no sospecharon lo siniestro de aquella actitud hasta que el mayor de ellos tuvo una crisis, y corrió con desesperación para zambullirse y morir ahogado, el día que cumplió doce años. Los otros cinco, en ausente sonrisa, dijeron que se reuniría con el Mago. En la historia de la clínica, era el segundo suicidio en que no se hallaba el cuerpo, ni hundido ni flotante. Por: Victor C. Frias ¡Muchas Gracias por Tus Lecturas!

Firma para Ángel

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Entusiasmado, el Lector entregó a su Autor favorito el ejemplar que acababa de comprar. Este lo recibió con una mano vendada, un poco débil. "¿Para quién es la Dedicatoria?" preguntó el literato. "Ángel, por favor" El Escritor remojó la pluma fuente en su tintero especial: un pequeño cilindro de cristal cuyo contenido era rojo. Las letras empezaron a plasmarse en el papel, con impecable caligrafía, en un tono que se tornaba marrón. "Siempre encuentra la forma de ser original, señor Escritor" afirmó Ángel. "¿Me creerías que hace cuatro años no tenía nada?" terminó las letras "Para" y volvió a remojar. "Pareciera que firma con sangre, y con la venda lo vuelve más real. Nadie más usa tales simbolos" "No son símbolos, sino otra forma de entregar a los Lectores algo de mí" cerró el puño vendado ante Ángel. El joven sintió la leve náusea al planteárselo, y notó como el hombre

El hombre del armario

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Tuvieron suficiente con la cuestionable lucidez del niño, y lo confinaron en la celda más lejana. Incluso después de haberse quemado el vetusto armario, él habló de ese hombre, el que le había alejado de los demás infantes, el que se presumía omnipresente y su ángel de la guarda.  El niño lo sabía, y lo juraba a los adultos indiferentes: su ángel de la guarda había muerto entre las llamas del viejo mueble, y ese hombre tenía la culpa. Por: Víctor C. Frías ¡Muchas Gracias por Tus Lecturas!

Banquete en la cripta

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El velador se sintió bendecido al notar cerca ese aroma, acariciando su nariz. Había olvidado su cena en casa, pero se olvidó de la frustración al despertarse su olfato. Ese olor... era exquisito, y lo siguió como un hilo suculento, como un filamento de spaghetti, cruzando los jardines poblados de lápidas. Una luz de velas iluminaba una zanja en medio de la noche. Emergía de la cripta, aquella con la escultura del ángel caído. Un estremecimiento lo detuvo en seco. Una sombra paseaba en el interior. El velador rechazó la idea de que un vagabundo trasnochara dentro: la oscuridad sería más bien un refugio, y no llevaría consigo una comida tan buena. "De todas excepto esta, por favor" pensaba el hombre, suplicando a la noche que no hubiera peligro. Recordó la historia de la cripta; la del ángel caído. No había quien visitara aquel recinto subterráneo... por lo menos nadie vivo. "Pase, caballero, cenemos juntos" dijo una voz gentil, desde el int

La Bicicleta

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Me dijeron que en temporada de niebla conseguiría una buena historia; que al percatarme del rechinido de la bicicleta, en medio del camino empedrado, encendiera la grabadora y guardara silencio. Fue extraño reproducir la cinta, con mi propia voz relatando un delirio de persecución que se alteró al recibir la advertencia de un alma lejana. Siento que algo de mi se quedó allá, diluyéndose en la niebla. Por: Victor C. Frias ¡Muchas Gracias por Tus Lecturas!

Osborne el despiadado

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El hospital aparentaba un abandono de lustros, y eran apenas meses de que se había desalojado cada habitación, excepto una. De podredumbre y solventes, el hedor atacaba sus narices como un millar de aguijones volátiles. La decadencia era preocupante; seguía pulsando el eco del pánico, el grito producido por lo desconocido, agitando las paredes, ávido por derrumbar esa construcción maldita. La mancha de los treinta y dos asesinatos seguía difusa, sin nombres culpables, inquietando a los fugitivos que ya sólo querían olvidar y esperar la muerte. Osborne, a cuya habitación entraron cortando el candado, había sido el paciente sospechoso, por la ridícula razón de ser el que dormía más plácidamente cuando la amenaza era obvia. Nadie hasta entonces sabría porqué. El recinto era sofocante y nauseabundo; la humedad estaba atrapada, enmoheciendo las partículas en el aire; ventanas y persianas estaban cerradas. Cuando los filamentos de luz entraron al abrirlas, vieron

El luto de Gilbert

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"Gilbert, amigo mío, ven a verme", decía el mensaje de Vincent; al leerlo fue inevitable sentir la súplica implícita. Después de mirarse los zapatos por un rato prolongado, angustiado, con un nudo en la garganta, Gilbert acudió con su lealtad en alto. La reja de la entrada estaba abierta. Coronas de flores adornaban el jardín frontal. Gruesos listones llevaban escritos los apellidos de las familias que las entregaban. El día era húmedo y sombrío, e incluso el interior de la casa se veía neblinoso. La indiferencia del luto ajeno lo relegó a una visita discreta. Recargada en un rotafolios, la última fotografía de Vincent le seguía con la vista, con agradecimiento. Se acercó al ataúd soportando el golpe de la resignación. "Descansa en paz, hermano del alma" dijo Gilbert al cadáver, con amargo cariño. Era horrible ver las facciones de su amigo, faltas de su irreverencia y energía. No sería jamás capaz de asimilar esa ausencia, esa pérdi

La Fotografía

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Tanto admiraba el inventor la hermosura de esa joven, retratada en una fecha remota a blanco y negro. Su mirada tenía algo, un llamado extraño pero sublime; un potente enamoramiento para él. Con inspiración incomprensible, utilizó todas sus habilidades para hacerla realidad, pues para los días actuales ya había envejecido y muerto. Un androide era la respuesta para su inquietud. Trabajó por meses para conseguir una réplica exacta de su físico, y programó la personalidad más dulce, la que le comunicaban sus ojos inertes. El día que encendió esa obra maestra, quedó maravillado. La saludaba en el presente, se deleitaba con su charla. Fue la mejor inversión de tiempo que pudo haber hecho en su vida. Sin embargo, un día llegó a sentir ese vacío: el de la perfección. Había cargado todo el conocimiento y los algoritmos para hacerla funcional, pero nunca el prodigio de un enojo, de un desacuerdo. Ella seguía siendo artificial. El androide, en vista de que el inventor esta

Alergia

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Cuando ya era impresionante escuchar a alguien decir: "Recuerdo una cara incluso al verla después de tanto tiempo", todos callamos ante lo que dijo Matthew, el nieto más joven, durante la comida. Ashley estornudó. El pequeño se le acercó, impasible: "Es alergia. Por el tío Andrew. Le respiramos justo ahora". Abandonamos el rancho despavoridos, por el horror de aquella ominosa muerte, años antes, tras la que el entrañable hombre había sido incinerado. Era el primer enunciado que Matthew profería en su temprana infancia. Víctor C. Frias ¡Muchas Gracias por Tus Lecturas!

Catarsis del Escritor

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Soy el escritor; el infante que nunca ha pensado con calma, el puberto abrumado por las inseguridades, el adolescente apasionado que tiene sueños y los persigue a toda costa; el hombre que se ha vuelto terco con los años, aunque los caminos se hayan agotado. La vida puede detenerse y decidir por capricho quedarse varada en la senda de la incertidumbre, pero Yo soy el escritor, el que desciende de ese vagón asfixiante, para salir victorioso y recorrer el mundo descalzo, con mi Musa en alto, iluminándome el corazón y los ideales. Soy el escritor, el que ha trascendido ante la glacial indiferencia del mundo y la fulminante sed de propósito. No soy humano ya... ese atributo vestigial ha perecido. Soy Escritor, el que honra a su Musa y edifica un mundo en la inspiración. Por: Victor C. Frias ¡Muchas Gracias por Tus Lecturas!