Agua de grifo
No volveré a beber agua del grifo. Eso seguro. Le tengo pavor a ese fluido que transita por las tuberías desde aquel incidente. Cuando vi el pañuelo de mi abuelo flotando dentro del tinaco, me invadió el recuerdo de la inundación, la que debilitó los terrenos del cementerio. El ebrio enterrador vio que los féretros habían salido a flote, y entre sus ayudantes luchó en la batalla por llevarlos a un sitio elevado. Cuando quisieron restablecerlo todo, se percataron del inconveniente. Todos estaban vacíos, deteriorados por la tormenta, sin el contenido inerte que pudiera haber sido arrastrado por una corriente. No podían llegar tan lejos los difuntos putrefactos. Los empleados esperaron a que las lluvias cesaran y buscaron sin éxito los cuerpos por el campo. Habían sido demasiados. Eso me dijo el enterrador cuando nos llamó por teléfono para informar que el abuelo se había extraviado. Me intrigó esa sombría frustración del personal del panteón. Quisieron pred