Una mano en las tinieblas

Bertha había logrado valerse por si misma a pesar de haber perdido la mano izquierda.
Todas las noches se sentía agradecida de no recordar con claridad el incidente.

El corte había sido rápido, limpio, y a la mañana siguiente ella había
despertado con la extremidad ya cicatrizada.

No había sentido nada, sólo la inquietud de tener que superar tal limitación.
Esta madrugada, vio junto a su cama el fantasma del leñador, con la silueta
de la barba sobresaliendo en la negrura azulada, con los brazos alzados,
sosteniendo el hacha que impactaría contra su cuello.

Bertha se pregunta qué estará haciendo su cuerpo, sin mano derecha
ni consciencia. En esas tinieblas insondables, siente la textura de su mano
olvidada, apareciendo para aferrarse a sus facciones,
reconocidas tras una búsqueda desesperada.





Por: Víctor C. Frías


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