Abandonado

La desolación fue tan súbita, tan agresiva, que el oso de peluche de Terry se preguntó si sucedía algo en la casa. Descendió de la cama y anduvo por los pasillos en busca de su dueño. Se asomó con discreción a la habitación de los padres. 

Ahí estaban, entregados a un sueño profundo. Los ronquidos de ambos se alternaban. Terry no estaba con ellos. Cuando vio un destello pasar por la ventana, se dirigió a la cocina, para observar mejor hacia la acera.

Trepó hasta la barra, y se asomó entre las cortinas de frutas. Ahí estaba: Terry caminaba hacia el centro de la calle, con una rigidez casi militar. Se detuvo debajo de una alta columna de luz verde, y dio la vuelta, quedando de frente a la casa.

La silueta del niño se alargó, y ascendió a través del fulgor cilíndrico. El oso de peluche levantó la vista, y vio el vehículo al que había ingresado. Se apagó la luz, quedando la calle a oscuras. Se escuchó un sutil silbido en la ágil desaparición del objeto.

Aterrado, el oso se preguntó a dónde había ido Terry... después se cuestionó la inquietud que tenia. Y pasó el resto de la noche angustiado, preguntándose porqué estaba pensando, y de dónde provenía su consciencia.





Por: Victor C. Frias


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