Preámbulo del exterminio
La joven caminaba deprisa por las estrechas calles, desorientada
y ansiosa, hasta que se encontró con un hombre encapuchado, el único que no se metía
a casa para evadir la lluvia. La invitó a pasar, para secarse y tomar calor.
Ella no tenía otra opción que confiar. Dentro, junto a la
hoguera, el hombre le ofreció una taza con infusión. Tenía un aroma peculiar.
Cuando ella estaba dispuesta a dar un trago, una sombra puntiaguda y ágil se la
arrebató.
La taza cayó y la cerámica quedó dispersa con agudo
estruendo. Llegó ante ella el hombre, con una escopeta cargada. Le ordenó que
se desnudara, mirándole a los ojos. Y cuando ella desabrochó su blusa, sucedió.
Ocho largas y delgadas sombras emergieron de su espalda, articuladas
como extremidades. Tan rápido ocurrió la mutilación que el cuerpo del hombre
quedó hecho añicos en un instante. Ella sintió al parásito recobrando la memoria,
en su interior. La plaga tomaba más fuerza.
Por: Victor C. Frias
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