Muñeca fugitiva
El coleccionista de muñecas poseídas no podía verse más
abochornado durante la exhibición: en medio del público, el magnate, en su
rigor de padre complaciente, ofreció la enorme suma por la muñeca del vestido
oscuro con encaje blanco.
El expositor, dueño de aquella extensa colección, no tuvo
más opción que desprenderse de ese juguete, una pieza invaluable por la entidad
que la habitaba, que provocaba pesadillas dantescas y viajes astrales sin
retorno.
Sin embargo, tuvo que llamar a su clarividente de confianza,
cuando volvió a casa y vio a la misma muñeca reposando sobre la estantería de
cristal, desordenada. Iniciaron una sesión para saber qué sucedía. “Viene a
esconderse. Está asustada” dijo la vidente.
Por: Victor C. Frías
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