Contacto oscuro


Absorto lees tu ejemplar de Las Entidades Acechantes. Se te ha ido el tiempo; no tienes otra opción que detenerte cuando ha oscurecido. Es una noche opacada por latentes tormentas, no hay luna que ilumine.

"Vuelve a la cama, cariño", te dice la voz dulcísona. Cuando recuerdas que vives en soledad, enciendes la luz de tu teléfono... te encuentras con ella.

Mueves el interruptor y estalla la bombilla. Sigues en penumbra; la puerta no se abre, y ella va tras de ti. Escuchas el murmullo del cuerpo arrastrándose. Vulnerado, usas el Libro como tu escudo, y te aferras más a él cuando las falanges podridas se han cerrado en tu tobillo.

Como si cupieras detrás del ejemplar, te encoges con los ojos cerrados, sujetándolo ante ti. Ella jadea profundamente, y su aliento sulfhídrico te sofoca. En tus manos sientes un estremecimiento: es el empastado convulso del libro. Te esfuerzas por no soltarlo.

Sientes un empuje que te aprisiona contra la puerta cerrada, y cuando abres los ojos, te apercibes de que sigues en la butaca, con Las Entidades Acechantes abierto, y que las nubes del exterior apenas cubren el satélite natural. Hay un silencio imperante. Te permites pensar que todo fue un episodio delirante.

Interrumpes tu suspiro de alivio cuando volteas al techo y ves la bombilla rota; escuchas el rechinar de la puerta entreabierta, y el sonido del seguro colocándose.






Por: Victor C. Frias

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