El hombre del armario

Tuvieron suficiente con la cuestionable lucidez del niño, y lo confinaron en la celda más lejana. Incluso después de haberse quemado el vetusto armario, él habló de ese hombre, el que le había alejado de los demás infantes, el que se presumía omnipresente y su ángel de la guarda. 

El niño lo sabía, y lo juraba a los adultos indiferentes: su ángel de la guarda había muerto entre las llamas del viejo mueble, y ese hombre tenía la culpa.






Por: Víctor C. Frías

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