La Negación del Fin


Descalzos en el terreno deleznable, nos tomamos de la mano. Ocultos entre las cortinas de ceniza, ambos miramos al cielo y contemplamos el meteorito, que hacía arder nuestras pieles en la proximidad creciente.

Ella leyó mi expresión derrotada, y esbozó una sonrisa despreocupada.

El temblor comenzó, y se escucharon todos los mares desplazándose a nuestro encuentro. Tantos sonidos espeluznantes, augurios de extinción.

La iba a abrazar para recibir juntos la tempestad fulminante, pero me detuvo con su índice sobre mis labios.

"No seas testarudo" dijo, y acercó el rostro para besarme en una brevedad suficiente... dulce y justa.

Sus hermosas pestañas me mostraron la verdad, el poder de su presencia, al exhibir el iris de avellana.

Lo supe en ese instante decisivo. Ella tomó mi diestra y juntos la dirigimos al cielo. El domo energético se trazó sobre nosotros, y un estallido escapó de las palmas de nuestras manos.





Su voluntad me llevó a la ruptura de los límites. Nuestra posibilidad era infinita. Una iluminación cegadora repelió las aguas turbulentas, y acudió para incidir sobre el meteorito.

La caída libre del intruso frenaba, quedando estático en las alturas. Y vimos las fuerzas balancearse alrededor. El suelo se abría.

Con las pupilas encogidas ante la inmensidad, atestiguamos la sonora fractura en los cielos. No era un meteorito, sino un cascarón.

Vimos en el interior una tripulación maligna, ya vulnerable, y quedamos asombrados por la determinación de nuestro fulgor, que los tornó a todos en polvo estelar.


Por: Victor C. Frias


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