Dominante
La Inspiración da los peores
horrores. Es el discurso de la propia locura, el afán de trastornar la
realidad. Es el deseo del inconsciente de someter al mundo.
La inspiración es un monólogo
ascendente cristalizándose, audible entre sueños. Se sabe que es ajeno. He ahí
el peligro de disociarse en la negrura.
Una noche me enfrenté con una
inspiración abrumadora, con el murmullo insistente de otra faceta que había
emergido en mi psique. Fue inevitable sucumbir. Era una fuerza secreta que actuaba,
que se hacía notar.
Sólo encontré una nota debajo de
mi almohada, que llevaba escrita la declaración de su dominio cada vez mayor.
Tenía un plan que mantenía lejos de mi conocimiento.
En ese instante, al dar un trago
de saliva para asimilar su invasión imparable, sentí una amargura diferente en
mi garganta. Mi cuerpo estaba dejando de ser mío.
Antes de que pudiera preguntarle
quién era, porque ya era evidente que me habitaba como un pensamiento complejo,
caí en la turbulencia. Todo quedó en silencio y un desconocimiento de todo me
atrapó.
Llegó después la punzada
estomacal de lo imposible, al despertar sudoroso. Mi mujer dormitaba desnuda
sobre mi torso, después del episodio nocturno más grandioso.
Ella suspiraba y su sonrisa era
amplia; la sentí en la penumbra. Me sujetaba, complacida y ávida por más
pasión.
Yo no recordaba nada.
Eché un vistazo a la habitación,
horrorizado por el momento que había usurpado ese individuo que me hostigaba.
Traté de incorporarme. No me
permití conciliar el sueño por el resto de la noche. Ahí estaba él, invisible,
jactándose de haber hecho algo que yo no sabía.
Era intolerable. Vivir mi
intimidad, mis actividades diarias, mi vida, mis problemas.
Y se agolparon todas las
angustias que había sentido antes, los últimos días en mi memoria. Las cargas
de la existencia que debía resolver.
Al levantarme vi el calendario
tachado hasta una semana después de mi más reciente recuerdo. Pegada a la
puerta del refrigerador, la lista de pendientes que por desidia, pereza y falta
de ganas no había hecho, estaba forrada de indicaciones. Ya estaban hechos.
¿Qué parte de mí estuvo anoche
con mi mujer? ¿Qué era este hombre que tenía tan sencillo el ser una versión
mejorada de mí?
Mientras escribo esto ya percibo
su intención maligna, la de parasitar este cuerpo hasta que sólo queden sombras…
¿o será que yo he sido la sombra?
El mundo se precipita sobre mí,
mi mundo de fallas y omisiones, un cataclismo que me borrará por ser
imperfecto.
No temo a la muerte porque
siempre he sabido lo que se siente, lo de ser relegado por la propia vida. Él me
ha reemplazado; esa inspiración, el deseo del inconsciente de someter al mundo.
Lo peor que puede pasar es que
todo marche mejor. Pero me preocupa un asunto: cuando este cuerpo dé el último
suspiro, ¿qué alma trascenderá hacia la eternidad?
¿Seré yo, que desaparezco de esta
consciencia, para dejar de enterarme de lo que hago?, ¿O será él, la
inspiración visionaria que tomará la vida y la muerte en sus manos y las
convertirá en la Unidad que no perece?
¿Quién de nosotros, individuos
que compartimos un mismo cuerpo, va a gozar de disiparse en la energía cósmica?
Esa consciencia, que se volverá
la Dominante, me está convirtiendo en un vestigio. Me aparta del espacio y el
tiempo; de la carne y la memoria; del placer y la cordura. Pero también de esa
miseria mía, y de mi incapaz existencia.
Por: Victor C. Frías
¡Muchas Gracias por Tus Lecturas!
Comentarios
Publicar un comentario
Aquí te dejo espacio para que me compartas tu opinión sobre los Relatos.