Despertares

Desde que me recosté a dormitar la ultima vez, no he vuelto a despertar en mi cama. Una mañana, una confortable hamaca me arrullaba en su vaivén, y una brisa de playa volvió a adormecerme.

La siguiente vez, una humilde choza que recibía el sol de mediodía me rodeaba. Silbaban las montañas circundantes. El catre era incómodo, pero logró atraparme en un nuevo ensueño.

Los aromas de un jardín prodigioso envolvieron mis suspiros en un atardecer de frescura mediterránea. Inevitable sucumbir; me venció la somnolencia en turno.

La noción del tiempo y de quién era yo desapareció. En ese viaje misterioso descubrí la tendencia, ese proceso de abrir los ojos en cada vida diferente.

El siguiente fue un sitio estrecho y oscuro. Estaba recostado y con las manos entrelazadas sobre mi abdomen. Era difícil respirar. Humedad y tierra mojada eran los posibles aromas del exterior.

Opté por sumergirme en el sueño para colocarme en una realidad posterior. Mi refugio era dormir para transportarme.

Después de un letargo casi agotador, volví. Quise sentir el alba reanimando mis facciones, el aire enriqueciendo mis pulmones. Pero, ¡maldición!, percibí la oscuridad, la humedad y la tierra mojada.





Por: Victor C. Frias


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