Opresión

No quiero volver a casa. Es horrible estar ahí. Tengo malestares inenarrables cuando cierro la puerta y el recinto empieza a absorberme los ánimos. Es el único lugar que conozco en que es una tortura estar acompañado. Sí... he contado las miradas que me reciben en la penumbra cada vez que pretendo dormir. 

He escuchado sus voces, sus nombres guturales e impronunciables... y sus intenciones, articulándose en ese aliento húmedo y famélico. A pesar de las escasas marcas de colmillos en mi cuerpo, sé que mi Alma está ya por sucumbir, por esfumarse en la incertidumbre del mañana.






Por: Victor C. Frias


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