Parabrisas

Aquella noche lluviosa, fue por una incomodidad en un ojo que su atención se vio perturbada, en plena carretera. Escuchó el vítreo golpe contra el parabrisas, y se percató de la huella carmesí de su involuntario crimen, impresa y degradada.

Se detuvo de una manera tan súbita que el automóvil giró y quedó orillado, encarando el camino ya recorrido. Conveniente para iluminar y buscar el infortunado cadáver.

No había nadie... Ofuscado, pretende volver al coche, pero un relámpago lo sobresalta y se apagan las luces. Y un motor suena, sí... pero a lo lejos.

Su cuerpo es embestido por una carrocería de la que ni siquiera había un atisbo en la penumbra. Se impacta contra un parabrisas y pierde la consciencia cuando ya se ha arrastrado por un largo tramo de pavimento.

Cruza por su mente la urgencia por volver a casa, la suave sensación del asiento que sostiene su espalda; el volante en sus manos y una pestaña rebelde que le pica un ojo. 

Un ruido exterior le hizo sentir que iba distraído.

De no ser por que los limpiadores van encendidos, juraría haber visto sangre entre la lluvia que caía.






Por: Victor C. Frias


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