En el fondo del pozo

-Dónde lo consiguieron? -pregunta Gustavo.

Hay un cuerpo tendido en la plancha, envuelto en bolsas de polietileno negras. Cadenas le oprimen los puños contra el pecho, y le unen las piernas como cola de sirena. 

-La Tía Florencia, la del pueblo en medio de la nada, falleció y escudriñamos su propiedad para repartirnos las posesiones. Escuchamos sonidos procedentes del pozo. Lo encontramos hasta el fondo.

 La luz del laboratorio era amarillenta y tenue. Un vaho de Formaldehído anegaba la intriga del hallazgo.

- Aberrante sepulcro. Y me sorprende la diligencia de las ataduras. Es un cuerpo pequeño -repuso Gustavo, recurriendo a pinzas industriales para vencer las cadenas.

La rigidez del cuerpo se conservó tras liberarlo. Pudo haber llevado en ese pozo unos cuarenta años.

Y las expresiones de ambos tuvieron una variación violenta: de abatimiento al observar que era una niña; de asombro por su conservación impecable y ausencia de marcas, y de pavor cuando los colmillos emergieron entre los labios.





Por: Victor C. Frias



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