Invocación

- ¿Escuchas, Kyle? -Gwen se levanta alarmada del sofá, para salir a la calle.

-Tuvimos razón... sólo era cuestión de tiempo -repuso el hermano, asombrado por la visión que estaban teniendo.

Subiendo la colina más alta, estaban las instalaciones del Hospital Psiquiátrico. En pleno atardecer, un círculo oscuro se trazaba alrededor de ellas, y crecía abordando sus jardines, y después la colina entera, dejando una precoz penumbra.

Cuando el menor de los tres hermanos, Noel, empezó con los experimentos que provocaban estruendos inexplicables en el interior de su habitación, Kyle y Gwen decidieron que algún día debían alejarlo a la fuerza, por el bien de todos.

Y así fue. Hacía algunas noches habían llamado en secreto al personal del Hospital, para que se llevaran a Noel, con todo y sus ominosas pertenencias.

Durante la captura del hermano menor, se informó de la inusual negrura de la habitación, y de la dificultad para encontrarlo, pues la oscuridad era neblinosa e impenetrable por la luz.

De los seis individuos, tres resultaron heridos, y entre ellos, el más delgado llevaba encajada en el brazo una extremidad negra de arácnido, de proporciones monstruosas.

Se llevaron al joven con la mayor agresividad de que fueron capaces; Noel traía los ojos en blanco, y a pesar de ello, los hermanos mayores notaron la perversión de su mirada indistinguible.

Su situación no fue más que irremediable, y fue conveniente apartarlo de casa.

El edificio principal del hospital se hundió desde la mitad, como chatarra en compactación, oprimida por unas fauces indescriptibles, tan negras que se notaban en la noche más oscura, y tan grandes que un solo colmillo abarcaba en longitud tres estaturas humanas.

Ocho brillantes ojos, repartidos en dos filas, contemplaron el planeta como un nuevo terreno de caza. Se escuchó el vibrante alarido metálico.

-Por lo menos nos salvamos de destruir nuestra casa... -asumieron los hermanos.







Por: Victor C. Frias


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