Los dos hombres

"Aquí tiene, caballero" dijeron al unísono ambos hombres, uno con traje negro, el otro de blanco. El primero alzaba una ceja pícara; el segundo no lograba disimular una decepción. 

Lo sostenían ante Él; un maletín atiborrado de billetes de la máxima denominación, tal cual lo había pedido. Lo dejaron sobre el escritorio del anfitrión, y quedaron cruzados de brazos, inmutables. Satisfecho con lo recibido, Él hizo señal a los dos de que se retiraran. No lo hicieron.

"Será tomada la ofrenda" dijo el de negro, con un aire de consumación.
"Esperamos que su obsequio le aminore el arrepentimiento" repuso el de blanco, entre dientes, sin poder descifrar lo impasible del rostro ante ellos.

"Yo que ustedes, me quedaba callado, camaradas" dijo Él, y ambos mostraron los ojos amplios, expectantes.

Se escuchó una precipitación de masas; ángeles y demonios, inertes, atravesaban múltiples portales abiertos en el techo, que se cerraron al dejar de llover aquellos como costales sangrientos.

"Impresionados. Lo sé. Les informo que mi Amada y todos mis seres queridos se quedan donde pertenecen y ni siquiera ustedes los moverán de ahí" mientras tanto, Él se levantó, y paseándose por la oficina, contempló los cadáveres de las criaturas de los dos mundos.

"Entienda, Caballero. No se puede tener todo en la Vida" los visitantes repitieron la sincronía al hablar.

"He ahí el asunto por el que estamos en desacuerdo. Si hay un esfuerzo por construir una Vida, la Vida debe ser recompensada, no cruelmente ultrajada y malherida, como ustedes han hecho siempre. He cuidado y protegido a mi Amada y a la Familia. Ellos, por tanto, deben recibir el bienestar que les procuro. Ese es el Verdadero Balance, y la razón de que cada uno de ustedes, polos opuestos, sea tan miserable y mediocre, y tan dependiente del otro" dicho esto, Él se postró ante los dos hombres, que tenían ya las frentes sudorosas y los labios trémulos. Los miró, uno por uno, y esbozó una sonrisa que los dejó exasperados.

"Entonces, humano, tomaremos tu Vida por desafiarnos. No tendrás escapatoria" dijeron al mismo tiempo, e iban a alzar los puños. 

"Se equivocan de nuevo"

Él, con una velocidad bestial, los tomó por los cráneos, y los hizo colisionar entre ellos, como dos cascarones, y los sostuvo hasta unirlos en uno solo. Vapores luminosos y oscuros brotaron en esa interacción de opuestos, que intentaban repelerse sin éxito. Los cuerpos convulsos, unidos por la cabeza, cayeron al alfombrado, sin poder separarse.

Alzó una mano hacia el maletín, y a distancia lo puso a arder en agresivas llamas. Y salió, indiferente. Cerró con llave la oficina.

Ese recinto quedaría eternamente sellado en el olvido, inaccesible y relegado a la decadencia y a la nada.

La trampa había funcionado. Era ya momento de consolidarse como una nueva Deidad. El porvenir era promisorio, y lleno de una maravillosa certeza.





Por: Victor C. Frias


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